Cultura

CULTURA JAPONESA

WA (ARMONIA)

El concepto de wa, la armonía, está presente en los sustratos más profundos de la cultura japonesa. En los gestos cotidianos, en el lenguaje, en los negocios, puede reconocerse el esfuerzo que un japonés hace por mantener un ambiente de armonía entre los presentes. Asimismo en la artesanía, los diseños decorativos y ambientales, en la disposición de las piedras y las ondulaciones en la arena de un jardín zen, hay una aspiración a conjuntar las partes para lograr un todo intangible y acompasado que sugiera y cree armonía.

Podría decirse que es una piedra angular del pensamiento japonés, quizá proveniente de la religión shintoista, que influye todas las facetas de la vida y la relación interpersonal. Japón ha sido llamado "País de Wa", Yamato, en una lectura diferente de los kanjis, Gran Armonía. Se usa como prefijo para diferenciar entidades puramente japonesas de las procedentes de otros lugares: wafuku, ropa tradicional japonesa, en oposición a youfuku, ropa occidental; waon, música japonesa;  wagashi, confitería o dulces japoneses, por cierto, menos dulces que los occidentales; washi, papel japonés; washitsu, habitación de estilo japonés; wasei, made in Japan; wafuu, estilo japonés; wa-ei jiten, diccionario japonés-inglés, etc.

Podríamos decir que un japonés está dispuesto a todo tipo de concesiones y sacrificios personales con tal de mantener un ambiente de armonía en el grupo, renunciando a expresar o mantener sus propias opiniones o intereses, en el ámbito familiar, laboral, de pareja, etc. También es digno de ser resaltado el concepto de quietud y armonía interna, en la que el japonés se sumerge, cerrando su mundo personal a lo que procede del exterior, ya sea como refugio donde guarecerse de la rueda de la locura cotidiana o como punto de partida de los caminos, “do”, de crecimiento interno más tradicionales.

En términos siempre muy generales, podríamos decir que un japonés atiende en todo momento de una forma prácticamente instintiva a que su comportamiento no rompa la armonía del entorno grupal donde se encuentra. Con el mismo cuidado que un practicante de la Ceremonia del Té elige la caligrafía o el arreglo floral más adecuado para el tokonoma, una japonés elige la expresión más correcta al dirigirse a otras personas, siempre que estén en un punto más elevado del escalafón social. Día a día se salpica la conversación con shitsurei shimashita, disculpas por existentes o inexistentes deslices en el comportamiento y la etiqueta que han de observarse en todo momento, cualquier faux pas que haya podido perturbar la armonía del interlocutor o de su grupo (hogar, familia, etc.).

Cualquier intento de imponer la propia opinión choca con el mantenimiento de la armonía de forma que la crítica o la decisión se ven dificultadas en muchas ocasiones. Salvo que exista verdadera confianza para expresar las opiniones, si uno trata con japoneses parece que estos te siguen la corriente y "fingen" estar siempre de acuerdo con tus propuestas, aunque éstas sean dispares si no claramente contradictorias.

También hay que entender la postura japonesa desde esta perspectiva cuando usan hasta el cansancio una retahila de alabanzas hacia todo. Por ejemplo, apenas hablas japonés pero alaban desde la primera palabra pronunciada tu maestría con el idioma, mientras que ellos, aun expresándose en un correctísimo castellano, siempre declinaran cualquier elogio y dirán que son muy torpes y no son en absoluto acreedores de él. Inútil preguntar, con el estilo tan directo que nos caracteriza y suele escandalizar a los japoneses, qué opinan sobre nuestros progresos con el idioma. O casi sobre cualquier otra cosa. Una respuesta tan directa como la pregunta está fuera de todo cálculo: podría hacernos sentir mal o contrastar con la opinión que previamente hemos expresado. Así prefieren formas evasivas que eludan una confrontación, pero que no impliquen una pérdida de estatus por ninguna de las dos partes, aunque puestos a sacrificar, preferirían salir "perdiendo" ante un observador neutral, que imponer un criterio que "ofenda" nuestra sensibilidad. Incluso lo que parece ser una afirmación, hai, solamente implica que se presta atención, sin significar en absoluto que se está de acuerdo, pero tampoco en contra. (Cuántas veces esa actitud se parece a nuestro concepto de mentira piadosa...).

Algunos avispados dicen que la única manera de hacer que un japonés pase por alto algunos de los formulismos sociales y actue tal cual piensa y siente, es que alcance un punto de borrachera tal que le permita hablar libremente. Entonces se rompen las trabas y nos podemos llevar muchas sorpresas pero, aun en ese punto, todavía hay una línea clara que nunca se sobrepasa y que todo japonés reconoce. Por supuesto, al día siguiente de la "juerga" se debe actuar como si nada hubiese ocurrido y ninguna frase fuera de tono se hubiese pronunciado.

Establecer el ambiente adecuado de armonía implica atender a pequeños detalles en la modulación de las palabras y su alcance, nada peor para perder crédito que perder los estribos y gritar, comportamiento considerado de persona inmadura, mientras que en cierto modo puede ser una estrategia asertiva en occidente. En los negocios supone largas declaraciones de principios, aunque no haya una transparencia informativa total, pero si la intención de demostrar que se quiere crear entendimiento y hay buena voluntad por las partes.

Es una explicación muy repetida para justificar la compleja y elaborada etiqueta japonesa que, en un país altamente poblado, con pocos momentos de soledad e intimidad, es necesaria una convención social que, por una parte sirva de lubricante para evitar las fricciones personales y por otra permita distanciarse, eso si, cortesmente, y crear una burbuja propia de privacidad. Siendo juiciosa esta afirmación, la etiqueta sirve al objetivo de preservar la quietud y la paz en la comunidad y desde luego el japonés se sirve ampliamente de ella.

Algún autor con mucha ironía apunta que las palabras fundamentales para sobrevivir en Japón son gomen nasai, sumimasen, shitsurei shimasu y otros mea culpa del mismo estilo. Sea cual sea la falta cometida, cualquier japonés se hablanda ante ese rosario de disculpas para evitar una posible disputa.

Todo lo expresado anteriormente explicaría lo que en algunos casos se califica a la ligera como hipocresía o falsedad japonesas. Como en cualquier país hay japoneses que no son sinceros, pero no creo que en mayor proporción que los españoles. Expresar las opiniones a bocajarro no siempre implica que una persona sea de fiar. Simplemente debe considerarse a la hora de establecer relaciones si uno desea que puedan marchar sin contratiempos desde el principio. Y como consecuencia de reflexionar sobre este aspecto, sería conveniente desempolvar nuestros propios patrones de armonía que hemos olvidado demasiadas veces y que tan bien vendría recordar para tener una convivencia mejor.


YUGEN 幽玄:

Yugen es un concepto importante en la estética japonesa tradicional.

La traducción de la palabra depende del contexto. En los escritos filosóficos chinos "yugen" significo "oscuro", "profundo" y "misterioso". En el criticismo de la "Waka " (poesía japonesa), "yugen" ha sido usado para describir la sutil profundidad de las cosas que pueden ser vagamente referidas en esos poemas. "Yugen" también se puede referir a el nombre de un estilo de poesía (uno de los diez estilos ortodoxos delineados por Fujiwara no Teika en sus tratados). En otros tratados de teatro Noh por Zeami Motokiyo "yugen" se refiere a la gracia y elegancia del vestido y el comportamiento de las damas de la corte. Es la belleza de la estética con una gran mezcla de misterio...es ese algo sobrenatural que encontramos tan atractivo en las historias de vampiros, en las narraciones de cuantos o en esa hechicera que nos mira en medio de una corte de gitanos. En teatro, "yugen" se refiere a la interpretación de Zeami como "elegancia refinada" en la actuación de Noh. También significa "un profundo y misterioso sentido de la belleza del universo... y la triste belleza del sufrimiento humano”.

El Yugen es la belleza del misterio


WABI-SABI

Si se le pregunta a algún japonés qué es Wabi-Sabi, seguramente dudará, se disculpará y no dará explicación alguna. Lo siente pero no lo puede poner en palabras, sin embargo es uno de los principales conceptos que hacen del arte japonés lo que es.

Wabi alude a la vida solitaria en naturaleza, lejos de la sociedad y sugiere un estado de ánimo sin alegría, ni espíritu o coraje. Sabi tiene diferentes acepciones: ladeado, inclinado, frío, marchito, seco. En el siglo XIV la combinación de ambas palabras adquirió un significado positivo; se asocia a la soledad del ermitaño y del asceta que viven en la naturaleza y que de esta forma enriquecen su vida espiritual.

Wabi es una forma de vida; un camino espiritual a lo interior y subjetivo. Es una construcción filosófica que refiere a sucesos en el espacio.

Sabi alude a los objetos materiales, arte y literatura; a lo externo y objetivo. Es un ideal estético que refiere a sucesos en el tiempo. Hoy si un japonés dice Wabi, lo asocia a Sabi y viceversa.

Wabi-Sabi puede ser considerado como un sistema estético, como una visión del mundo que se acerca a la naturaleza última de la existencia, al conocimiento sagrado, al bienestar emocional. El universo del wabi sabi comprende:

-Una metafísica: las cosas van o vienen de la nada.

-Valores espirituales: Todas las cosas son imperfectas, todas las cosas son impermanentes. Todas las cosas son incompletas. La verdad proviene de la observación de la naturaleza. De la fealdad se puede obtener belleza. La belleza es algo que ocurre entre uno y otra cosa en una situación, circunstancia o contexto. Lo “grandioso” puede estar en los detalles que se pasan por alto; no siempre está en lo monumental o espectacular.

-Un estado de la mente: aceptar lo inevitable (toda forma de existencia tiene el mismo destino). Apreciar el orden cósmico: detrás de todo existe una fuerza benevolente y protectora.

-Preceptos morales: deshacerse de lo innecesario (cuando menos llevamos más livianos viajamos; hay placer cuando nos liberamos de las cosas que nos pesan). Enfocar hacia lo intrínseco, ignorar las jerarquías de los materiales. El barro, el bambú y el papel de arroz poseen más valores intrínsecos de Wabi-sabi que un diamante, que el oro o la plata.

Hay Wabi-Sabi: En el color del té recién servido. En la rajadura de una maceta. En un papel arremolinado por el viento. En la planta que crece de la grieta de un muro abandonado. En las rajaduras del barro. En el óxido de la reja. En la pintura que se descascara. En la raíz de un árbol que levanta la baldosa de una vereda



REIGI SAHO
(la etiqueta, el ceremonial)


En Japón la etiqueta y el ceremonial se dan tanto en actos sociales como en las disciplinas marciales, artísticas o espirituales. Son comportamientos y rituales compuestos de gestos repetitivos más o menos ritualizados que regulan de forma sutil las interacciones que se dan en el dojo o en el lugar donde se desarrollan.



La etiqueta y el ceremonial japonés contienen una gran cantidad de simbolismos que en principio se nos escapan a los occidentales, pues provienen de una forma de vida y una visión de la existencia diferentes, de una cultura más simbólica y menos conceptual que la nuestra.



El exotismo de estas actitudes unido a nuestro miedo escénico hace que en muchas disciplinas japonesas practicadas en Occidente, se hayan obviado o se practiquen como un mero trámite exento de sinceridad. Esto nos hace perder no solo la utilidad de las mismas sino también una parte importante del espíritu de la disciplina en cuestión, desde el trabajo con un pequeño árbol hasta la preparación del té, desde la caligrafía hasta el manejo de la espada.



Algunos ven en el ceremonial y la etiqueta una forma de servilismo oriental, cuando en realidad es una expresión natural de respeto y educación hacia los demás. Cada vez que nos inclinamos de forma sincera en un saludo empujamos nuestro “ego” un poco más hacia abajo, tratando de despojarnos de él y siendo humildes. Es una actitud que debe extenderse a la totalidad de nuestros actos.



La etiqueta controla las malas actitudes que degeneran en una falta de respeto y consideración hacia nosotros mismos, hacia los compañeros y hacia el Sensei, el profesor que nos puede guiar, ya que Sensei significa literalmente  “quien ha nacido antes”, refiriéndose tanto a sus conocimientos como a su nacimiento espiritual en la vía en que nos enseña.



Un inadecuado ambiente promueve la dejadez, la informalidad y la adulteración de los valores de la disciplina en práctica. Por ello el Sensei  y los Senpai (alumnos veteranos) deben velar por la actitud de ellos mismos y de los Kohai (principiantes), en el cumplimiento de la etiqueta y de la realización correcta de los rituales necesarios lo que conlleva también un mayor compromiso con la  práctica.


AAS





ETA

Parias del Japón



Los eta (穢多) fueron un grupo social desclasado en la época de Tokugawa (siglo XV) cuando se establecieron oficialmente las 4 clases o castas japonesas que por orden eran:



1. Samurai o guerreros ( shi que literalmente se traduce por señor o caballero). Se dice que pudieron llegar a representar el 5% de la población.

2. Agricultores ( nō)

3. Artesanos ( kō)

4. Mercaderes ( shō)



Y de hecho, el sistema es conocido por ello como ShiNōKōShō (士農工商). Este sistema como muchas otras cosas en Japón fue importada de China donde se estableció por influencia del clásico confunciano "Anales de Primavera y Otoño".


Como en la mayoría de los sistemas de castas (mibun seido 身分制度 - sistema de castas), más allá de la impermeabilidad de las clases suele existir una casta que es considerado desclasados y parias. En el Japón feudal, aparte de los indígenas de las regiones septentrionales existían dos infraclases. La primera de ellas era los ya nominados eta y la segunda era la de los hinin (非人 que se traduce por no humanos). Mientras que los hinin eran segregados por su condición de ex-convictos o vagabundos también incluían profesiones como las de barrendero o bufón. Los eta se caracterizaban especialmente por formar parte de un grupo de profesiones relacionados con la muerte como sepultureros, verdugos, carniceros o trabajadores del cuero. Es posible que sea sorprendente que dichas profesiones sean consideradas como indignas, pero en la época feudal el budismo japonés influenciaba mucho la vida social y denigraba todo lo que tuviera que ver con la muerte de personas y animales y por otro lado el Shinto que influenciaba en las raíces japonesas en el sentido del kegare ( que se traduciría por deshonra o más literalmente suciedad). En ese sentido, la clase aristocrática no comía carne y era símbolo de barbarie y de falta de conciencia de salud e higiene. Y por ello, en oposición, eran los eta los que sí que disponían de una dieta más cárnica y con un menú que era considerado indigno de un aristócrata por ello a veces eran conocidos como “comedores de ajo”.

Literalmente eta se compone de 2 kanji, el primero de ellos que se lea kega y se traduce por suciedad o deshonor y que se lee ooi y se traduce por montón o grupo. Por ello los eta eran un grupo de sucios o deshonorables. Los eta eran segregados socialmente hasta el punto que vivían en propios asentamientos alejados de los núcleos de población. Esta segregación incluso era guardada y contenida espacialmente para que no hubiera ningún tipo de encuentro entre ellos y el resto de las clases. De hecho una frase popular decía que los eta valían 1/7 parte de lo que vale una persona normal.

Además de la segregación social, también se veían expuestos a una segregación moral. Los templos de culto no podían ser los mismos y mientras que los budistas eran renombrados tras su deceso con nombres religiosos (conocidos como kaimyō 戒名) ellos eran llamados por nombres deshonorables como bestia, innoble, sirviente, etc. Su aislamiento hacía que no fueran considerados para el pago de tasas pues no podían tener posesiones de campos de arroz. Algunos de ellos eran llamados de kawaramono (河原者 que se traduce por persona de los campos en los ríos) porque vivían en bancales cerca de los ríos que no podían hacerlos campos de arroz.

Los historiadores no han sabido dilucidar si los eta fueron segregados originalmente o fue consecuencia social de sus actividades. No obstante, a pesar del tiempo pasado, aún hoy se mantiene esta discriminación. Ahora sus descendientes son llamados de Burakumin (部落民 que se traduce por gente de las aldeas ya que sus asentamientos eran llamados de Buraku). Hoy en día está formado por 3 millones de habitantes en Japón y representa la segunda minoría más grande después de los descendientes Ainos. Aunque existen partidos e iniciativas para acabar con la lacra de la discriminación racial, aún hoy día existen registros como los koseki (registros familiares gubernamentales) en los que empresas o familias pueden buscar la profesión de los antepasados para establecer lo apropiado o no para contratar o casar.

Extraído de un blog de Luis Nogueira Serrano




ZEN (En el Arte)



El espíritu del Zen consiste en ir más allá de la conceptualización, y esto  implica unirse al espíritu de la manera más íntima. Esto supone, a su vez,  la infravaloración, en una cierta medida, de todo tipo de técnica. La idea  podría expresarse mejor diciendo que el Zen contiene en sí mismo algo  que evita toda destreza técnica sistematizada, pero debe ser de algún  modo dominado a fin de llegar al más estrecho contacto posible con la Vida que todo lo genera, lo penetra y fortalece. La principal preocupación  del artista japonés es entrar en íntima relación con esta Vida, con este Espíritu.



Aun cuando haya adquirido el perfecto dominio de la  técnica necesaria para su profesión, el artista no se detendrá en este  punto, pues todavía se encuentra con una carencia; se halla aún bajo la  esclavitud de las restricciones técnicas y del peso de la tradición; su  genio creador se siente de alguna manera encarcelado, no alcanza la  plenitud de su expresión. Ha empleado muchos años en cualificarse para su profesión como digno continuador de una tradición de brillantes  maestros, pero sus obras están lejos de sus ideales, no fluyen  dinámicamente con la Vida, es decir, no está satisfecho consigo mismo; ni es un creador, sino un imitador. Cuando el artista japonés llega a esta  situación, acude, con frecuencia, a la puerta de un maestro y le ruega le  conduzca al santuario interior del Zen. Cuando el Zen es comprendido, su espíritu se manifiesta bajo formas diversas: el pintor lo expresa en sus  pinturas, el escultor en sus esculturas, el actor Noh en su danza, el  maestro de té en la ceremonia del té, el jardinero en sus jardines, etc.”



Daisetz T. Suzuki.





IKI :

(Lo elegante)



Iki es un término que nació en la era Edo durante el siglo XVIII y principios del XIX. Es palabra de origen incierto, ya que se le atribuyen diferentes ideogramas de escritura: “vida”, “respiración”, ir”, “espíritu”,…, aunque en definitiva ha llegado a significar una belleza refinada, urbana, “chic” que sugiere humanidad y sensualidad; no sugiere una belleza noble y fría, pero tampoco es ostentosa o petulante.



Se comenzó a usar en círculos de samuráis para designar a aquellos que eran de valía, elegantes y seguían el código del honor. La palabra se comenzó a extender y comenzó a tomar el sentido de elegante, distinguido pero sin ser arrogante o exuberante, los japoneses siempre valoran mucho la sobriedad. Digamos que una persona o cosa sería Iki si es original, calmada, indiferente, refinada y sofisticada pero sin ser perfecta o complicada.



Aplicándolo a lo japonés, las Geishas son Iki. Son bellas, sofisticadas pero no tienen la intención de destacar. La arquitectura de vanguardia japonesa es Iki, los interiores de las casas japonesas con tatamis son Iki, las novelas de Haruki Murakami son Iki, comer sushi es Iki, el Ukiyo-e es Iki


Al ponernos en contacto con cualquiera de estas cosas llegaremos a un estado mental similar. El Iki es un valor que sigue muy vigente hoy en día y la gente suele usar mucho la palabra para personas. Si te dicen que eres Iki es un halago mientras que el antónimo Yabo/Busui sería algo así como vulgar, rudo, basto, simple.




RELIGION EN JAPON



La vida religiosa de Japón es rica y variada, con una larga historia de interacciones entre un variado número de tradiciones religiosas, incluyendo el shintoismo, el budismo, el confucionismo y el cristianismo. La Constitución en Japón en su artículo 20 declara que se garantiza la libertad de religión para todos.



El culto a los kami, los dioses sintoístas, surgió poco a poco en los albores de la historia de Japón, cristalizando en un sistema religioso imperial al inicio del periodo Nara (710-794). El shintoismo, la única religión mayoritaria originaria del Japón, puede ser considerada como un conjunto de prácticas y actitudes estructuradas de manera flexible y arraigada en las comunidades locales y al mismo tiempo como una religión rígidamente establecida y organizada desde una concepción imperial y estatal. Tras la Restauración Meiji de 1868, el shintoismo se convirtió en la religión del Estado, condición oficial que perdió a partir de la Segunda Guerra Mundial. Numerosos santuarios sintoístas organizan festivales anuales y costumbres tales como la de ir al santuario (o al templo budista) el día del Año Nuevo y llevar a los recién nacidos al santuario local.



El budismo fue introducido a través de Corea a mediados del siglo VI y se extendió rápidamente entre la aristocracia en el poder. El Príncipe Shotoku otorgó el apoyo imperial para la construcción de templos importantes como el templo de Horyuji en la prefectura de Nara. El budismo Zen, que iba a ser favorecido por la clase militar dominante, llegó desde China en el siglo XII y en el mismo periodo florecieron igualmente sectas populares, como la secta de la Tierra Pura. Hoy día el budismo esta dividido en 13 sectas principales que mantiene 80.000 templos budistas. Los ritos budistas son usados en alrededor del 90% de los funerales de Japón (los ritos sintoístas son usados por el 90% en las presentaciones de los recién nacidos).


Los misioneros jesuitas trajeron con ellos el cristianismo a Japón a mediados del siglo XVI, pero en el siglo siguiente el gobierno Tokugawa prohibió esta religión y expulso a todos los misioneros. El cristianismo fue introducido de nuevo en Japón durante el periodo Meiji (1868 – 1912).




INFANCIA



Un mes después del nacimiento, el bebe es llevado a un santuario sintoísta para ser presentado a los dioses tutelares y, simbólicamente, a toda la sociedad (miyamairi). Las celebraciones anuales para los menores tienen lugar el 3 de marzo para las niñas (Fiesta de las Muñecas), el 5 de mayo para los niños (Dia del Niño) y el 15 de noviembre para las niñas de tres y siete años y los niños de tres y cinco años (shichigosan).



En el sistema escolar moderno, los eventos más importantes son el ingreso y la graduación escolar. Los nueve años de educación obligatoria se componen de seis años de escuela primaria y tres años de escuela secundaria elemental. Los niños que cumplen seis años antes del 1 de abril de cada año son matriculados en la escuela primaria e inician su escolaridad participando en una ceremonia de ingreso.



Mas del 95% de los japoneses terminan la escuela secundaria, y aproximadamente la mitad entran en la universidad o en la universidad de grado medio. Hoy la mayoría de edad se alcanza a los 20 años y los ayuntamientos celebran una ceremonia de paso a la mayoría de edad (seijin no hi) para los jóvenes de 20 años el segundo lunes de enero.




PRINCIPIOS CULTURALES



En un análisis sugerente Umehara considera tres tipos de culturas distintas, que pueden resumirse en los parámetros característicos de: 1) confianza en el Hombre, 2) confianza en Dios transcendente, y 3) abandono en la Naturaleza siguiendo su curso tradicional.



  1. El primer modelo se basa en la confianza en “si mismo” y el reconocimiento de la fuerza del “otro” (enemigo). Es un escenario con el Hombre como protagonista. Los sentimientos predominantes son la “Ira” en caso de fracaso y el “Orgullo” en caso de victoria/éxito. Es el modelo de Grecia y la Europa humanista.


  1. El segundo modelo cultural se apoya en Dios, al reconocerse el hombre débil e impotente y confiar en la gracia y poder de Dios trascendente. Los sentimientos propios son la “conciencia de pecado” (en caso de los fallos humanos), y la “Gratitud” (ante la gracia y apoyo recibido en los éxitos). Es el típico modelo de Israel, heredado en la fe cristiana y el mundo musulmán.

  1. Y el tercer modelo cultural no confía ni se apoya en la propia fuerza, ni tampoco en la de un creador absoluto. Simplemente, se abandona al curso de la Naturaleza, de energía incontrolable por el hombre. Y así, en los momentos de éxito brota un espontáneo sentimiento de “Alegría” (yorokobi) y en los duros fracasos el hombre se siente “Triste” (kanashimi). Es el caso de la cultura de Japón.

En resumen este marco de referencia se centra en las tres culturas: Humanista de Europa, Deísta del Medio Oriente y Naturalista de Japón. Europa siempre se ha distinguido por su visión del mundo centrada en el Hombre y en su privilegiada Razón que domina a todos los seres no-racionales de la Tierra (creyentes y no creyentes); el hombre es la medida de las cosas y tiene la misión de dominar la Tierra.

Japón, en cambio, se caracteriza por su exquisita sensibilidad de lo bello; para el japonés el kokoro (corazón) es mucho más importante que risei (razón)

Federico Lanzaco Salafranca
“Los valores estéticos en la cultura clasica japonesa”
Editorial Verbum




FUROSHIKI (El arte de envolver)

El furoshiki (風呂敷?)) es una tela cuadrangular tradicional de Japón, que es utilizada para envolver y transportar todo tipo de objetos, desde ropa y regalos hasta botellas de vidrio.

Al principio la practica de envolver surgió con el aprovechamiento de los materiales abundantes en Japón, tales como la paja, el bambú, hojas y cortezas de madera en forma sencilla, el furoshiki se comenzó a emplear a mediados de la Era Nara, en los baños tradicionales japoneses (Ofuro), para no confundir o mezclar la ropa, así utilizaban el furoshiki y dejaban su vestimenta encima de ella. Eventualmente su uso se difundió y comenzó a ser utilizada por comerciantes para proteger sus mercancías o sus regalos.

Si bien la necesidad de envolver nace de una necesidad practica, no solo se ha limitado a satisfacer esta función, surgiendo la belleza funcional que imprime el pueblo japonés, llegando a ser el acto de envolver casi una acción sagrada. Envolver significa aislar lo puro de lo manchado, naciendo estos envoltorios desde una delicada sensibilidad para convertir un elemento natural en algo práctico y bello, hasta conseguir que sea el propio envoltorio tan atrayente como lo envuelto

Actualmente el furoshiki está hecho de diferentes telas, incluyendo seda, algodón, rayón y nylon. Y aunque este arte se sigue ocupando en Japón, su uso ha ido decayendo, debido a la gran demanda de bolsas de plástico que existe hoy en día. En los últimos años el ministerio de medio ambiente japonés ha hecho algunas campañas para promover el uso de furoshiki en la actualidad, para lograr proteger y cuidar el medio ambiente en Japón y en el mundo.

Un video de youtube de furoshiki: http://youtu.be/F74Dwe2BDFw



DEFINICIONES (Japón)

Japón ni antes ni ahora ha sido para nosotros una escuela de doctrinas, sistemas o filosofías, sino una sensibilidad. Nos ha enseñado, no a pensar con la razón, sino a “sentir con el corazón”. Así, Japón es una ventana que nos muestra otra imagen del hombre, otra posibilidad de ser…
Octavio Paz

El sentimiento profundo de la belleza es probablemente el elemento central de la cultura japonesa.
Donald Keene

El pueblo japonés desde la antigüedad se acostumbro a una existencia frugal y sencilla, rodeados de un ambiente placentero a la vista. Aprendieron el arte de vivir sin muchas propiedades, y en tal entorno se desarrollo su amor por la belleza natural junto con una tradición estética profundamente arraigada que al parecer ha constituido su herencia natural.
G.B.Sansom

En Japón se considera ser persona del más bajo nivel cultural a todo aquel que no abrigue un profundo amor desinteresado por la Naturaleza.
D.T.Suzuki

Los japoneses siempre han valorado más la parte emocional del hombre que las otras facultades y la sinceridad de sus sentimientos ha prevalecido siempre sobre otros posibles valores, tales como “la verdad”, “la justicia”, “el bien”,…
Paul Valery





BURAKUMIN
(la casta de los intocables)

Los burakumin es una de las minorías más numerosas de Japón, que acoge a más de 2 millones de habitantes. Pese a que Japón se encuentra entre los países más avanzados del planeta, conserva aún un sistema anacrónico de castas entre los que se encuentran los burakumin. A diferencia de otros países, la discriminación de este sector de la sociedad se debe principalmente al tipo de trabajo que desempeñaron sus antepasados, todos relacionados con la muerte: enterradores, verdugos, sepultureros, etc. Este tipo de oficios eran considerados impuros y siempre eran desarrollados por los burakumin o "eta", considerados como los marginados de la época. Con connotaciones budistas y shintoístas, estos oficios rozaban la categoría de impuros por su próxima relación con la muerte (trabajos relacionados con la muerte y la sangre).

A principios del siglo XVII, durante el período Edo, las castas fueron establecidas de manera oficial, siendo los samuráis los que ocupaban el primer puesto del ranking social, que acogían únicamente al 5% aproximadamente de la población. Por debajo de ellos se encontraban por este orden: agricultores, campesinos y mercaderes, ocupando los burakumin el último escalafón. Como prueba de esto, un alto funcionario fijó el "valor" de un burakumin en 1/7 respecto a otra persona de cualquier otra casta.

En 1866 se produjo la Restauración Meiji, un proceso que "occidentalizó" el país y que supondría el fin del sistema feudal japonés y con él la abolición del sistema de castas y los privilegios de los samurai.

Durante el siglo XX los movimientos para resolver el problema se dividen entre los que animaban las mejoras en el nivel de vida de los habitantes de los buraku (nombre que se usaba para referirse a las antiguos aldeas eta) y su integración en la sociedad japonesa y aquellos que han concentrado sus esfuerzos en combatir la discriminación

No existe ningún rasgo físico que identifique o distinga a los burakumin, no existen diferencias en su lenguaje, sus nombres o su acento. Hoy en día se siguen distinguiendo por el lugar donde viven, normalmente guetos, que incluso hoy se pueden localizar gracias a herramientas como Google earth, donde estos barrios son señalados como territorio buraku. Los Burakumin tratados de "peligro para la salud", "semejantes a los animales" y "contagiosos" (de ahí su sobrenombre de "intocables") vivían en las afueras de pueblos y ciudades y continuaron con este modo de vida hasta 1870 cuando se llevó a cabo el llamado "Edicto de emancipación" siendo sacados del fondo de la sociedad donde se encontraban, aunque a costa de que el resto de castas superiores metieran mano en el comercio de pieles que hasta ese momento ellos realizaban y que por aquella época gozaba de muy buena salud.

El artículo 14 de la Constitución del Japón, promulgada el 3 de noviembre de 1946, dice: Todas las personas son iguales ante la Ley y no habrá discriminación política, económica o social a causa de la raza, creencias, estatus social u origen familiar. Los detalles del texto constitucional aluden a un tipo de discriminación social que el Gobierno japonés quiere solucionar progresivamente.





SUIBOKUGA

Decía el maestro Miyagi, que el golpe directo (tsuki), una de las técnicas fundamentales del Karate, era como trazar una línea con un pincel. En efecto, en una sola línea ejecutada por un maestro del pincel pueden expresarse infinidad de matices y sensaciones, convirtiéndose en el espíritu de una espada o de una rama. De la misma forma un golpe aparentemente sencillo y directo, tiene en su interior tantas sutilezas que le permiten transformarse según las circunstancias.

En la realización de ambos caminos (dô) el artístico (bun) y el marcial (bu), el elemento común es mantener en un cuerpo fluido una mente inmóvil. Una estrecha e inmediata relación, como el reflejo de la Luna en el agua, se establece entre la mente imperturbable que capta la esencia de las cosas, y el cuerpo, la espada o el pincel.

La pintura realizada a la aguada de tinta, llegó a Japón desde China, en el periodo Kamakura, de la mano del budismo Zen, y fue desde el principio un medio de expresión ideal tanto para el monje como para el guerrero comprometidos con su realización.

Este arte de aspecto y medios sencillos, consigue expresar de manera directa e inmediata, en el “momento presente”, la verdadera esencia del tema representado, trascendiendo su aspecto exterior que no es mas que una apariencia transitoria.

Suibokuga exige no solo técnica,  sino también una atención refinada por una mente calmada, que permita expresarse sin interferencias y con plena confianza en el acto que se va a realizar (jiriki). Al igual que en un golpe definitivo no hay lugar para el error. Vida o muerte en una pincelada.

AAS






SINTOISMO

País de contrastes y abiertamente inclinado a adoptar algunos elementos de las culturas foráneas, Japón ha basculado siempre entre su propia religión, el sintoísmo, y las influencias externas.

En japonés, "sintoísmo" significa "el camino de los dioses". Los orígenes del sintoísmo se remontan a la Edad Antigua, cuando todavía era un culto a los fenómenos naturales (las tormentas, las montañas, el Sol, la Luna o los ríos), que los creyentes identificaban con unas deidades llamadas kami.

A partir del siglo VI de nuestra era, la religión nacional de Japón empezó a recibir la influencia, a través de China, del taoísmo, el confucianismo y el budismo; esta última religión, además de condicionar muchos aspectos del culto sintoísta posterior, constituyó una vertiente nueva y propia de las islas, el budismo zen; éste, en las últimas décadas, suscita el interés occidental por la sencillez de sus ritos y el atractivo de sus artes y técnicas de meditación.

El sintoísmo popular, con la influencia extranjera y, a la vez, con el nacionalismo japonés, se convirtió en la religión del Estado y, pese a esta condición, tras la segunda guerra mundial ha mantenido su estatus en la mayoría de japoneses que, aunque no crean en los kami, siguen dedicándoles ofrendas.

El camino espiritual

El sintoísmo a menudo se entiende como la "vía" que permite a la sociedad japonesa unirse en valores y actitudes, y en la que los mitos y las prácticas religiosas son elementos unificadores. El sintoísmo no tiene ni un creador ni una colección de textos religiosos ni un cuerpo fijo o consensuado de doctrina. Esta creencia se remonta a una concepción animística del mundo, asociada con el culto tribal de las deidades del clan.

El sintoísmo, o shintoísmo, es una religión primitiva y popular de Japón, llamada así en el siglo VIII para distinguirla del budismo, del que posteriormente incorporó muchos rasgos. Surgió del culto a la naturaleza de las religiones populares, y esto se refleja en ceremonias que invocan a los poderes misteriosos (espíritus o deidades) de la naturaleza (kami) para recibir un trato benevolente y protección. La naturaleza está habitada por una cohorte infinita de esas deidades o espíritus, y la vida humana se halla íntimamente vinculada a sus pensamientos y acciones. Por tanto, la religión sintoísta es una combinación de adoración a la naturaleza y culto ancestral, y en la mayoría de casos el mito-naturaleza es inseparable de la naturaleza relativa a la deidad ancestral y de su adoración.

Los mitos fundamentales del sintoísmo japonés están recogidos en el Kojiki (escrito en el 712) y el Nihongi (escrito en el 720). Describen la creación del cosmos, a partir del caos, en forma oval que después se separó. Durante la subsiguiente época mitológica de los dioses, se formaron el mundo y sus kamis. Una sucesión de siete generaciones de divinidades fue el resultado del matrimonio de un kami Izanagi masculino y un kami Izanami femenino, y juntos crearon el mundo terrestre con el agua, las montañas y otros elementos naturales. En este contexto, la muerte quedaba marginada como mal que obstaculiza la vida y era alejada mediante ritos de purificación. También crearon las islas japonesas como rasgo especial. De Izanagi e Izanami desciende la diosa solar Amaterasu, que dio origen al linaje imperial de Japón. Los mitos sintoístas fundamentales resumen así el origen divino de Japón, de sus emperadores y de sus súbditos, y realzan el significado de las divinidades o kamis, que son la base de la tierra japonesa y de sus habitantes.

En los primeros siglos del primer milenio, el budismo se extendió por todo el Japón y absorbió las creencias locales. De este modo, los "espíritus" fueron considerados como "budas" e incorporados al budismo. Sin embargo, a finales del siglo XIX y principios del XX, los estudiosos en la materia redescubrieron los textos antiguos y empezó el renacer del sintoísmo clásico. El país miró hacia su pasado mítico para construir una nación fuerte y orgullosa.

Los santuarios sintoístas japoneses son de diferentes tamaños y figuras. En el nivel más bajo están los santuarios de los hogares, que con frecuencia son "estanterías del dios" (kamidama), en las que se depositan los kamis. Se disponen en las habitaciones de muchas casas y en otros lugares, por ejemplo, las tiendas.

Los santuarios sintoístas más grandes suelen contar en su recinto con un arco de entrada o torii donde se lavan las manos y se enjuaga la boca, una sala en la que los sacerdotes dirigen el culto y una sala kami hacia la que se dirige éste y en la que están colocados los símbolos del kami, como una espada o un espejo. Los grandes santuarios, como el dedicado a la diosa Amaterasu en Ise, tienen renombre a nivel nacional.

A medida que el sintoísmo se aproximaba al budismo, los santuarios se vieron influidos por elementos budistas, pero después de la restauración Meiji de 1868, estuvieron controlados por el gobierno japonés. Tras el derrumbamiento de 1945, los santuarios recuperaron el control. La tradición todavía ocupa un lugar significativo en la vida japonesa.

El culto sinto (o matsuri) se practica tanto en el ámbito público (templos) como en el privado y gira en torno a los hechos de la vida cotidiana, la familia o la comunidad. El culto sintoísta se resume en la palabra matsuri (festividades). El matsuri implica servir al kami o a la autoridad, lo cual supone una actitud de respeto y obediencia. En público, el matsuri se expresa en forma de festividad en la que el kami es recibido como un invitado al que se reverencia con actos de agradecimiento.

Existe un ritual muy elaborado para entrar en un templo. El camino hacia un templo sintoísta está marcado por un torii. Simbólicamente, separa el lugar sagrado que rodea al templo del mundo exterior profano. A menudo, los torii están bastante alejados del templo.

En las proximidades del templo, antes de la entrada, hay un estanque u otro tipo de balsa sobre la que se erige un puente sagrado. Éste, al igual que el torii, separa el mundo sagrado del templo del mundo profano exterior. Muchos templos sintoístas eran áreas sagradas a cuyo alrededor se distribuían objetos sagrados, como árboles, estanques o piedras y en la actualidad, en la mayoría de los casos, se han convertido en bosques a lo largo de todo el territorio japonés.

Los templos acogen a uno o más kamis o divinidades. Son visitados durante todo el año y especialmente atraen a numerosos seguidores los días festivos. Como acto religioso también destacan las peregrinaciones para pedir algún favor a las deidades.



Netsuke (período Meiji 1868-1912)

La prenda tradicional japonesa, el “kimono”, no tiene bolsillos, de esta manera los pequeños objetos personales que se llevarán estaban metidos ya sea en grandes mangas del kimono, o por debajo de la faja (obi) , o se colocan en pequeñas bolsas (multi-compartimiento) denominadas “inro” u otros recipientes colgantes “sagemono” que estaban suspendidas desde el obi con cuerdas.

El Netsuke, son pequeñas figuras que fueron usados ​​para contrarrestar estos contenedores. El cordon de la bolsa se enhebraba bajo el obi y se ataba al netsuke a través de orificios o aberturas (himotoshi) que tenia el propio netsuke. De esta manera el netsuke hacia todo un conjunto que descansaba sobre el obi e impedía que la cuerda se deslizase hacia abajo.

Los netsuke se utilizaron por primera vez en Japón alrededor del siglo XVII según se puede observar en las pinturas de aquella epoca. El primer netsuke, sin embargo, no eran las tallas detalladas con las que la mayoría de la gente está familiarizada, ya que al principio se trataba de toscos maderas de forma cilíndrica, que con el transcurrir del tiempo se fueron tallando incluso en otros materiales como el marfil y el hueso.

Cualquier objeto compacto en torno al que se pudiera pasar una cuerda atada sería suficiente. Los pedazos de madera (a veces se asemeja a los animales) o coral se utilizaban a menudo como netsuke, al igual que otros elementos de forma y tamaño parecida. Las primeras formas talladas específicamente para su uso como netsuke eran simples, redondos y compactos, o en forma de anillo, seguido por el desarrollo de las esculturas en miniatura (katabori) que con el tiempo llegaría a ser el tipo más popular de netsuke. Fue durante el siglo XVIII cuando el netsuke evoluciona desde sus primeras formas a estas pequeñas obras expresivas y multi adornadas. En el siglo XVIII y principios del XIX los talladores netsuke perfeccionaron su arte a su más alto nivel. Este período se considera la edad de oro de la producción netsuke.

A mediados del siglo XIX, Japón puso fin a un período de casi 250 años de aislamiento autoimpuesto. Los extranjeros se les volvió a permitir viajar a Japón, y el comercio con Occidente trajo a Japón hasta ahora invisibles fuentes de información e inspiración. Durante este tiempo, el período Meiji (1868-1912) una rápida modernización de Japón dio lugar a grandes cambios en el diseño y la producción de netsuke y en última instancia condujo a la transición de netsuke de objetos funcionales a las esculturas en miniatura puramente decorativos.