TEATRO NOH
Concepto
Se
trata de un drama lirico japonés que tuvo su apogeo en el siglo XVII, época en
que datan los primeros textos impresos, atribuidos a Kwanami y a su hijo Zeami (ambos
de comienzos del siglo XIV). El Nō
procede de las danzas rituales de los templos, de las danzas populares, de los
escritos budistas y de la poesía, mitología y leyendas populares japonesas y
chinas. En oposición al teatro Kabuki, es un drama aristocrático que sigue
teniendo su público en la actualidad y se representa en un cuadrilátero elevado
y rodeado por dos lados de público. En uno de sus lados hay un balcón con un
coro de diez cantantes y en el fondo un estrado para cuatro músicos. No hay
telón de fondo y los decorados se reducen a cuatro postes con un tejado para
representar un palacio, un templo o cualquier otro lugar. Hay dos actores
principales acompañados en algunas escenas, vestidos con gran riqueza. El
primer actor lleva máscara durante la danza que constituye el núcleo de la
obra. Entre las cinco piezas que constituyen un programa dramático Nō se intercalan interludios cómicos de
carácter entremesil o farsesco (Kyogen), representados con trajes corrientes,
sin máscaras y con un lenguaje vivo y actualizado. La temática de los dramas Nō es solemne y trágica, y siempre
alude a algún tipo de redención usando el simbolismo aparente de alguna leyenda
o hecho histórico; el lenguaje está muy elaborado, es aristocrático y elevado y
abunda en arcaísmos. Un programa Nō contiene cinco piezas y cuatro
farsas Kyogen y dura de cuatro a cinco horas.
Su
desarrollo se remonta al siglo XIV. Junto con la muy emparentada farsa kyogen,
evolucionó a partir de diversas artes populares y aristocráticas, incluyendo el
dengaku, el shirabyoshi y el gagaku. Kwanami y su hijo Zeami dieron al Nō su forma actual durante el periodo Muromachi. Posteriormente,
este estilo influiría en otras formas dramáticas, como el kabuki y el butoo.
El Nō es único por su lentitud, su gracia
austera y por el uso distintivo de mascaras, y representa verdaderamente un
rasgo específico de la cultura japonesa, que consiste en encontrar la belleza
en la sutileza y formalidad.
Historia
Sarugaku y Dengaku
Hasta el siglo XIV, el Nō era conocido como “Sarugaku no Nō”, o simplemente sarugaku. Este último término proviene de sangaku que designa toda la gama de artes del espectáculo, incluida la acrobacia, el malabarismo, la prestidigitación y la pantomima, importada de China. Progresivamente la pantomima cómica se convirtió en la principal atracción produciendo el cambio de nombre (sarugaku puede ser entendido como espectáculo de mímica).
Durante
la misma época, las tradiciones y los ritos campesinos habían dado nacimiento
al dengaku, conjunto de bailes y rituales destinados a asegurar buenas cosechas
y apaciguar a los malos espíritus que eran efectuadas principalmente en los
períodos de las cosechas de arroz. Practicadas en conjunto con las prácticas
adivinatorias del budismo esotérico, estos rituales tenían el apoyo de grandes
señores feudales pertenecientes a grandes templos budistas. Este respaldo
acercó a los bailarines dengaku a enfatizar la dimensión dramática de su arte.
El kagura, a menudo mencionado como una fuente esencial del Nō, es asimismo una forma de dengaku
EL
TEATRO NOH
EL
TEATRO NOH
El teatro Noh o Nô japonés es una de las manifestaciones teatrales más
exquisitas del mundo. Altamente codificado y estandarizado, va dirigido a un
público entendido que disfruta con una puesta en escena minimalista sobre la
que se desarrolla un espectáculo colorista de danza y canto dando primacía a
los trajes, las máscaras y los movimientos.
Todas las
manifestaciones de teatro japonés (también el kabuki o el bunraku),
al igual que sucede con la dramaturgia autóctona de India, China o Corea,
comparten un formato similar que someramente, se pueden resumir como una
amalgama o mezcla de ceremonias rituales cortesanas con bailes populares; en
los que priman la música, la danza, el canto, la poesía y los exagerados gestos
y gesticulaciones. El actor se erige en único protagonista del espectáculo con
un sorprendente uso de la voz y del cuerpo, sometidos ambos a un duro
entrenamiento desde la infancia; en todas estas manifestaciones teatrales es
fundamental la tradición y la transmisión de los conocimientos entre los
diferentes miembros de las sucesivas generaciones de una misma familia; siendo
unos espectáculos muy codificados y altamente simbólicos, con escenarios
vacíos, pero de una gran riqueza de vestuarios, maquillajes y máscaras; se
suele recurrir al travestismo, ya que las mujeres, históricamente, tenían
vetado el acceso a las tablas y, por último, la puesta en escena, en cuanto a
escenario se refiere, es casi inexistente.
El fascinante y
extraño espectáculo de Nô es
definido de la siguiente manera: “Por su
parte, el Nô, todavía cercano al mundo del rito, muestra un espectáculo solemne
y refinado en el que los dioses y los espíritus son frecuentes, con gran
presencia de lo fantasmal; destacan la calidad y la belleza del vestuario sobre
un escenario vacío, sin telón, con un estilizado pino pintado sobre el panel
del fondo; un coro sentado en escena y una pequeña orquesta de dos o tres
tambores y una flauta proporcionan ambiente sonoro a una actuación que conjuga
danza, canto y poesía” (Rubiera e Higashitami en “Introducción” a Tratado sobre la práctica del teatro Nô y
cuatro dramas Nô de 1999, página 20).
La espiritualidad
del pueblo japonés se ha ido conformando a lo largo de los siglos por un
constante sincretismo de filosofías y religiones diversas (tao, sintoismo,
budismo, etc.) y a veces dispares, que, en esencia y por buscar un nexo en
común, intentan situar al hombre de una manera adecuada en su relación con la
naturaleza. Esto, por un lado, lleva a una moral sujeta, en principio, a unas
normas de conducta espontáneas propias de un corazón puro pero, por otro lado,
se han ido ritualizando de una manera tal que cualquier relación o ejercicio de
la cotidianidad más elemental se convierte en protocolo o ceremonia complicada.
Esto, unido a una especial percepción del tiempo en el que el mundo es
concebido de modo cíclico sin principio ni fin y en el que solo podemos aspirar
a la percepción completa de los instantes –de hecho, ésta es la filosofía
profunda que anima la estética del haiku-,
conlleva que, en cualquier manifestación artística japonesa, sea muy difícil el
deslindamiento claro entre lo estético y lo religioso.
Estas
características de la percepción estilística y anímica del pueblo nipón, aunque
expresadas de manera somera, son fundamentales para entender el exquisito y la
vez complicado teatro Nô o Noh, el cual surge precisamente
cuando se está conformando el carácter plástico y expresivo de toda una nación.
Extraido de un blog de Candela Vizcaíno