EL
TEATRO NOH
El teatro Noh o Nô japonés es una de las manifestaciones teatrales más
exquisitas del mundo. Altamente codificado y estandarizado, va dirigido a un
público entendido que disfruta con una puesta en escena minimalista sobre la
que se desarrolla un espectáculo colorista de danza y canto dando primacía a
los trajes, las máscaras y los movimientos.
Todas las
manifestaciones de teatro japonés (también el kabuki o el bunraku),
al igual que sucede con la dramaturgia autóctona de India, China o Corea,
comparten un formato similar que someramente, se pueden resumir como una
amalgama o mezcla de ceremonias rituales cortesanas con bailes populares; en
los que priman la música, la danza, el canto, la poesía y los exagerados gestos
y gesticulaciones. El actor se erige en único protagonista del espectáculo con
un sorprendente uso de la voz y del cuerpo, sometidos ambos a un duro
entrenamiento desde la infancia; en todas estas manifestaciones teatrales es
fundamental la tradición y la transmisión de los conocimientos entre los
diferentes miembros de las sucesivas generaciones de una misma familia; siendo
unos espectáculos muy codificados y altamente simbólicos, con escenarios
vacíos, pero de una gran riqueza de vestuarios, maquillajes y máscaras; se
suele recurrir al travestismo, ya que las mujeres, históricamente, tenían
vetado el acceso a las tablas y, por último, la puesta en escena, en cuanto a
escenario se refiere, es casi inexistente.
El fascinante y
extraño espectáculo de Nô es
definido de la siguiente manera: “Por su
parte, el Nô, todavía cercano al mundo del rito, muestra un espectáculo solemne
y refinado en el que los dioses y los espíritus son frecuentes, con gran
presencia de lo fantasmal; destacan la calidad y la belleza del vestuario sobre
un escenario vacío, sin telón, con un estilizado pino pintado sobre el panel
del fondo; un coro sentado en escena y una pequeña orquesta de dos o tres
tambores y una flauta proporcionan ambiente sonoro a una actuación que conjuga
danza, canto y poesía” (Rubiera e Higashitami en “Introducción” a Tratado sobre la práctica del teatro Nô y
cuatro dramas Nô de 1999, página 20).
La espiritualidad
del pueblo japonés se ha ido conformando a lo largo de los siglos por un
constante sincretismo de filosofías y religiones diversas (tao, sintoismo,
budismo, etc.) y a veces dispares, que, en esencia y por buscar un nexo en
común, intentan situar al hombre de una manera adecuada en su relación con la
naturaleza. Esto, por un lado, lleva a una moral sujeta, en principio, a unas
normas de conducta espontáneas propias de un corazón puro pero, por otro lado,
se han ido ritualizando de una manera tal que cualquier relación o ejercicio de
la cotidianidad más elemental se convierte en protocolo o ceremonia complicada.
Esto, unido a una especial percepción del tiempo en el que el mundo es
concebido de modo cíclico sin principio ni fin y en el que solo podemos aspirar
a la percepción completa de los instantes –de hecho, ésta es la filosofía
profunda que anima la estética del haiku-,
conlleva que, en cualquier manifestación artística japonesa, sea muy difícil el
deslindamiento claro entre lo estético y lo religioso.
Estas
características de la percepción estilística y anímica del pueblo nipón, aunque
expresadas de manera somera, son fundamentales para entender el exquisito y la
vez complicado teatro Nô o Noh, el cual surge precisamente
cuando se está conformando el carácter plástico y expresivo de toda una nación.
Extraido de un blog de Candela Vizcaíno
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