NARA La antigua capital
Según la leyenda, apenas acabada la construcción de
la ciudad de Nara, llegó el dios llego el dios Takemikazuchi para protegerla.
Cabalgaba sobre un ciervo blanco. De ahí que estos animales campen a sus anchas
por las calles; hasta hay puestos donde venden galletas con las que los visitantes
pueden alimentarlos. El mito también denota la importancia que cobraba la nueva
población.
Hay un período Nara en la historia de Japón. Va desde el año 710 hasta
el 794. Durante esta época, salvo un breve interludio, Nara fue la capital del
país. Aquella sociedad eminentemente agrícola tenía el sintoísmo como religión.
Mientras, la influencia china se hacía notar tanto en el urbanismo de la
capital, que seguía el modelo de Xi'an, como entre las clases altas, que adoptaban
los caracteres chinos y el budismo,
En su máximo apogeo, Nara superó los doscientos mil
habitantes. Bajo su gobierno mejoraron las comunicaciones y la recaudación de impuestos,
y se rompió la dinámica de trasladar la capital a la muerte de cada emperador.
Por otro lado, empezaban a imponerse los grandes terratenientes, por encima de
las propiedades comunales, en un proceso de feudalización que marcaría toda la
historia posterior hasta el siglo XIX.
A pesar de la pérdida de la capitalidad a favor de Kyoto,
retazos de la fastuosidad de Nara se han preservado gracias a la continuidad de
varias de sus instituciones. Esto permitió inscribir como Patrimonio Mundial por
Ia Unesco ocho localizaciones, entre ellas cinco templos budistas, un santuario
sintoísta, un bosque y el espacio que ocupó el palacio imperial. En total suman
casi ochenta edificios.
Como el ave fénix. El gran buda de Todai-ji puede
servir de ejemplo de los avatares que han sufrido estos monumentos hasta Ilegar
a nuestros días. La estatua de quince metros de altura y la gran sala que la
alojaba se completaron en el año 752, En 1180 sufrieron un incendio, pero el
buda fue reparado y la sala, reconstruida; lo mismo pasó en 1567.
Otros edificios han sido reconstruidos hasta cinco veces.
Es normal que el santuario Kasuga se restaurase de manera rutinaria cada veinte
años, sin alterar su estilo. En cambio, sorprende que los bosques sagrados que
lo envuelven hayan permanecido sin tocar desde que se prohibió la caza y la
tala allí en el año 841. A su valor natural, suman su emblemático valor
cultural.
GEOGRAFIA
Heterogéneo y espectacular, se podría describir el
territorio de Japón. Este es un país verde (el 65% está cubierto por bosques),
superpoblado y, a la vez, vacío, ya que el 75% de sus habitantes viven en
ciudades. También es un país marítimo, bañado por los mares de Japón y Ojotsk,
y por el océano Pacífico. Ningún lugar del territorio nipón se encuentra a más de
cien kilómetros de alguna costa.
Hokkaido es la más septentrional de las cuatro islas
mayores. Es una tierra montañosa, con cuatro picos que rebasan los dos mil
metros de altitud, y temperaturas que no superan los 0 ºC la mitad del año. La
isla alberga seis parques nacionales que protegen volcanes, cascadas, lagos... También
es el hogar de los ainus, el pueblo aborigen con una cultura y una lengua
propias.
Honshu es la isla mayor: tiene 1.300 kilómetros de
longitud y 230 de anchura. Con cien millones de habitantes, también concentra
el 60% de la población e, históricamente, fue el centro de poder, al acoger las
sucesivas capitales imperiales: Tokio, la actual; Kioto, la anterior, y Nara,
la primera. Honshu alberga la gran cordillera de los Alpes japoneses, cuya
cúspide es el volcán Fuji.
Los japoneses consideran Shikoku su "isla
romántica", debido a su belleza paisajística y a una atmósfera muy apacible.
Con cuatro millones de habitantes, Shikoku atesora playas, una fauna marina muy
interesante, corales y pueblecitos de pescadores.
Kyushu aúna los paisajes de origen volcánico y la
frondosidad subtropical. Se conoce como la "isla de la longevidad"
porque muchos isleños alcanzan edades inauditas. Es una isla llena de aguas termales,
lagos, palmerales y playas con las arenas blancas.
Las islas del Sudoeste, el antiguo reino de Ryukyu,
se extienden al sur de Kyushu. Tienen un clima subtropical, con una temperatura
media anual de 23 ºC. Okinawa es la isla más importante. Estos archipiélagos acogen
fabulosos arrecifes de coral y son el paraíso surfista japonés.
Finalmente, en el otro extremo, al norte, se extienden
las islas Kuriles, bajo soberanía rusa pero reivindicada por Japón. Fueron territorio
ainu hasta el siglo XVIII, cuando los nativos fueron expulsados por los rusos. E
n 1875 pasaron a poder japonés, a cambio de la isla de Sajalin. Finalmente la
Unión Soviética se apropió de ellas como botín de la Segunda Guerra Mundial.
Japón reclama las islas más meridionales: Etorofu, Kunashiri, Shikotan y las Jabomai.
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