LA ESCRITURA
(Sus Inicios).
Con la llegada de las
nuevas enseñanzas budistas alrededor del siglo VII, y los frecuentes viajes de
eruditos en busca de un conocimiento más profundo de la doctrina búdica, se
hizo también presente la adopción de la escritura como elemento imprescindible
en la transmisión de las nuevas enseñanzas de maestros indos y chinos, ya que
los japoneses no tenían.
Los maestros japoneses, al
entrar en contacto con la cultura china, adoptaron los caracteres chinos
ideográficos, para más tarde adaptarlos y combinarlos con su lengua nativa.
Estos signos (kanji), que oralmente son monosilábicos, semánticamente expresan
conceptos globales.
Queriendo simplificar el
entendimiento y la escritura de los kanji, llegaron a un conjunto de caracteres
que representaban una consonante y una vocal, y que constituyen un silabario de
50 símbolos, y con unos pocos símbolos diacríticos más, representaron
fonéticamente toda su lengua hablada. Era el hiragana, una escritura cursiva (exclusivamente
fonética) con la cual podían escribir y expresar su lengua con caracteres
específicamente nipones. Asimismo, con la escritura de los kanji y
paralelamente con los hiraganas, se dio un enorme impulso a la expresión de la
literatura popular japonesa, que hasta entonces se hallaba un tanto adormecida,
no porque no existiera su espíritu de manifestación, sino más bien por la
carencia precisa de un elemento material tangencial donde desbordar y canalizar
todo ese gran mundo de percepción e ideas: la escritura.
Junto al hiragana, en el
siglo VIII ya se había desarrollado un sistema aún más simplificado, que dio
origen a un tipo de letra de imprenta más simple y de líneas más rectas, el
katakana, constituido igualmente de 50 sílabas.
Con el correr del tiempo,
estas escrituras se fundieron en lo que se denomina genéricamente kanamajiri,
en que los caracteres kanji son utilizados generalmente para representar ideas,
conceptos; el hiragana, por su parte, para notas particulares; y finalmente el
katakana para la escritura de las palabras de origen extranjero.
La complejidad no se
detiene aquí. Numerosos símbolos kanji, escritos de manera distinta, son
fonéticamente equivalentes. Así, una misma palabra japonesa puede tener varias
interpretaciones, y una enorme cantidad de palabras homófonas pueden tener
sentidos diversos, dependiendo del significado del símbolo kanji utilizado.
Dada la gran multiplicidad
de los kanji, el acceso al lenguaje especializado se torna particularmente
difícil, lo que llevó a los japoneses, en muchos casos, a colocar al lado del
escrito kanamajiri su versión en carácter katakana, para hacer así entendible
su lectura y comprensión.
Para
facilitar las cosas, el kanamajiri de la lengua corriente, de periódicos y
revistas, quedó oficialmente limitado a utilizar 1800 símbolos kanji. Se supone
que los japoneses alfabetizados han de dominar por lo menos 1900 caracteres
para su uso cotidiano.
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