IDIOMA JAPONÉS (Precisión y Ambigüedad)
El lenguaje japonés es analítico y sintético, condensado y difuso, exacto y aureolar. La realidad es que, además de ser una de las lenguas más difíciles de estudiar, es también simultáneamente una de las más ricas en capacidad de expresión.
En virtud de su herencia ideográfica (kanjis chinos), la escritura japonesa contiene, además de un significado preciso, un aura de significados análogos o distintos que le da un poder de ambigüedad y difusión semánticos extraordinarios.
Cuando ambas características se aúnan en una frase podemos decir algo extremadamente preciso, y al mismo tiempo sugerir una infinidad de otras cosas. Así, correctamente traducido, un texto japonés puede ser de una profundidad y simplicidad ejemplar, y al mismo tiempo constituir una versión engañosa, pues todos los otros múltiples significados aureolares se habrán perdido al pretender traducir con una lengua extranjera el espíritu de la lengua japonesa, como por ejemplo un koan (idea) zen, o un clásico poema haiku.
Es por esta razón que el japonés puede extenderse infinitamente con un lenguaje coloquial para expresar un sentido, y por otro lado expresar toda una situación con una palabra, que para un occidental demandaría numerosas sentencias detalladas y abstrusas.
Se da por contado que, si por desventura el japonés cediera al espíritu racionalista y utilitarista tan característico de la cultura occidental, abandonando su kanamajiri (los kanjis, ó “ideogramas”), y restringiéndose a un lenguaje extremadamente simple de kanas (hiragana y katakana que son silabarios “fonéticos”), perdería con esto no sólo su riqueza, procedente de un tesoro tradicional milenario, sino además el poderoso instrumento intelectual y espiritual representado por su inigualable lengua.
No es sólo por razones de orden estético por lo que los japoneses conservan celosamente su lengua. Tal vez, por ser extremadamente pragmáticos, estas dos tendencias niponas se refuerzan a la hora de conservar una lengua escrita que, además de estéticamente valiosa, abriga elementos intelectuales irremplazables, que permiten un grado de refinamiento cultural que la mayoría de las lenguas no podrían desarrollar. Todo esto se asocia a la infinita paciencia de desentrañar, entender y dominar 1900 caracteres gráficos como mínimo desde la infancia escolar misma; y saber que eso es sólo el comienzo de un universo lingüístico exuberante y dinámico, que ha de tener mucho que ver con la disciplina, la paciencia, la constancia, la finura, así como esa penetración y adaptabilidad que tiene el pueblo japonés de asimilar rápidamente todo lo nuevo que le llega a su mundo circundante, esa penetración que la caracteriza a la hora de abordar cualquier problema, no solamente tecnológico sino especialmente los relacionados con el espíritu humano.
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