viernes, 13 de abril de 2012

017 BONSAI


BONSAI


En este primer post y como tarjeta de presentación, quisiera hablar de la experiencia bonsái para el que practica este arte japonés.

Se dice que la belleza está en el ojo del que mira. Este concepto que desde el punto de vista occidental parece darnos una idea pasiva (somos receptores de la belleza de la obra) en el caso oriental en general, y en la obra bonsái en particular, requiere una participación más activa del observador.

La obra bonsái, como bonsái-arte, debe facilitar al observador (como ocurre con todas las artes finas japonesas en lo referente a la implicación del observador y a su naturaleza impresionista) su traslado a un lugar imaginario que abarca desde una imagen mental de algo bonito hasta un estado meditativo, que encuadro dentro del concepto de lo sublime. La primera mirada para el observador no preparado se suele dirigir únicamente a la obra, dentro de una visión muy superficial, que separa objeto (la obra bonsái) del sujeto (autor o practicante), sin profundizar en la unicidad de ambos.

Dice Junsun Yamamoto en su obra BONSAI NO BI (La belleza del bonsái) – libro prologado por el querido Kimura Sensei: “….la mayor diferencia entre una planta ordinaria en una maceta y un bonsái: El bonsái tiene un componente escénico añadido. El recipiente proporciona un marco para una particular vista o paisaje. Bonsái es mas que una búsqueda de la belleza de su forma; es un mundo espiritual, artístico por sí mismo que presenta un paisaje imaginario que nos muestra como crece un árbol en particular, y en que entorno”.

La escuela a la que pertenezco define al bonsái como:”árbol en maceta, vivo, miniaturizado y modelado según una determinada estética” - para algunos estética zen y para mí, estética japonesa. Yo añadiría ”…capaz de representar un paisaje infinito”.

Sankaku.

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