ZEN (En
el Arte).
“El espíritu del Zen
consiste en ir más allá de la conceptualización, y esto implica unirse al espíritu de la manera más
íntima. Esto supone, a su vez, la
infravaloración, en una cierta medida, de todo tipo de técnica. La idea podría expresarse mejor diciendo que el Zen
contiene en sí mismo algo que evita toda
destreza técnica sistematizada, pero debe ser de algún modo dominado a fin de llegar al más estrecho
contacto posible con la Vida
que todo lo genera, lo penetra y fortalece. La principal preocupación del artista japonés es entrar en íntima
relación con esta Vida, con este Espíritu.
Aun cuando haya adquirido
el perfecto dominio de la técnica
necesaria para su profesión, el artista no se detendrá en este punto, pues todavía se encuentra con una
carencia; se halla aún bajo la
esclavitud de las restricciones técnicas y del peso de la tradición;
su genio creador se siente de alguna
manera encarcelado, no alcanza la
plenitud de su expresión. Ha empleado muchos años en cualificarse para
su profesión como digno continuador de una tradición de brillantes maestros, pero sus obras están lejos de sus
ideales, no fluyen dinámicamente con la Vida , es decir, no está
satisfecho consigo mismo; ni es un creador, sino un imitador. Cuando el artista
japonés llega a esta situación, acude,
con frecuencia, a la puerta de un maestro y le ruega le conduzca al santuario interior del Zen.
Cuando el Zen es comprendido, su espíritu se manifiesta bajo formas diversas:
el pintor lo expresa en sus pinturas, el
escultor en sus esculturas, el actor Noh en su danza, el maestro de té en la ceremonia del té, el
jardinero en sus jardines, etc.”
Daisetz T. Suzuki.
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