SINTOISMO
País
de contrastes y abiertamente inclinado a adoptar algunos elementos de las
culturas foráneas, Japón ha basculado siempre entre su propia religión, el
sintoísmo, y las influencias externas.
En
japonés, "sintoísmo" significa "el camino de los dioses".
Los orígenes del sintoísmo se remontan a la Edad Antigua, cuando todavía era un
culto a los fenómenos naturales (las tormentas, las montañas, el Sol, la Luna o
los ríos), que los creyentes identificaban con unas deidades llamadas kami.
A
partir del siglo VI de nuestra era, la religión nacional de Japón empezó a
recibir la influencia, a través de China, del taoísmo, el confucianismo y el
budismo; esta última religión, además de condicionar muchos aspectos del culto
sintoísta posterior, constituyó una vertiente nueva y propia de las islas, el
budismo zen; éste, en las últimas décadas, suscita el interés occidental por la
sencillez de sus ritos y el atractivo de sus artes y técnicas de meditación.
El
sintoísmo popular, con la influencia extranjera y, a la vez, con el
nacionalismo japonés, se convirtió en la religión del Estado y, pese a esta
condición, tras la segunda guerra mundial ha mantenido su estatus en la mayoría
de japoneses que, aunque no crean en los kami, siguen dedicándoles
ofrendas.
El camino espiritual
El
sintoísmo a menudo se entiende como la "vía" que permite a la sociedad
japonesa unirse en valores y actitudes, y en la que los mitos y las prácticas
religiosas son elementos unificadores. El sintoísmo no tiene ni un creador ni
una colección de textos religiosos ni un cuerpo fijo o consensuado de doctrina.
Esta creencia se remonta a una concepción animística del mundo, asociada con el
culto tribal de las deidades del clan.
El
sintoísmo, o shintoísmo, es una religión primitiva y popular de Japón, llamada
así en el siglo VIII para distinguirla del budismo, del que posteriormente
incorporó muchos rasgos. Surgió del culto a la naturaleza de las religiones
populares, y esto se refleja en ceremonias que invocan a los poderes
misteriosos (espíritus o deidades) de la naturaleza (kami) para recibir
un trato benevolente y protección. La naturaleza está habitada por una cohorte
infinita de esas deidades o espíritus, y la vida humana se halla íntimamente
vinculada a sus pensamientos y acciones. Por tanto, la religión sintoísta es
una combinación de adoración a la naturaleza y culto ancestral, y en la mayoría
de casos el mito-naturaleza es inseparable de la naturaleza relativa a la
deidad ancestral y de su adoración.
Los
mitos fundamentales del sintoísmo japonés están recogidos en el Kojiki
(escrito en el 712) y el Nihongi (escrito en el 720). Describen la
creación del cosmos, a partir del caos, en forma oval que después se separó.
Durante la subsiguiente época mitológica de los dioses, se formaron el mundo y
sus kamis. Una sucesión de siete generaciones de divinidades fue el
resultado del matrimonio de un kami Izanagi masculino y un kami
Izanami femenino, y juntos crearon el mundo terrestre con el agua, las
montañas y otros elementos naturales. En este contexto, la muerte quedaba
marginada como mal que obstaculiza la vida y era alejada mediante ritos de
purificación. También crearon las islas japonesas como rasgo especial. De
Izanagi e Izanami desciende la diosa solar Amaterasu, que dio origen
al linaje imperial de Japón. Los mitos sintoístas fundamentales resumen así el
origen divino de Japón, de sus emperadores y de sus súbditos, y realzan el
significado de las divinidades o kamis, que son la base de la tierra
japonesa y de sus habitantes.
En
los primeros siglos del primer milenio, el budismo se extendió por todo el
Japón y absorbió las creencias locales. De este modo, los "espíritus"
fueron considerados como "budas" e incorporados al budismo. Sin
embargo, a finales del siglo XIX y principios del XX, los estudiosos en la
materia redescubrieron los textos antiguos y empezó el renacer del sintoísmo
clásico. El país miró hacia su pasado mítico para construir una nación fuerte y
orgullosa.
Los
santuarios sintoístas japoneses son de diferentes tamaños y figuras. En el
nivel más bajo están los santuarios de los hogares, que con frecuencia son "estanterías
del dios" (kamidama), en las que se depositan los kamis. Se
disponen en las habitaciones de muchas casas y en otros lugares, por ejemplo,
las tiendas.
Los
santuarios sintoístas más grandes suelen contar en su recinto con un arco de
entrada o torii donde se lavan las manos y se enjuaga la boca, una sala
en la que los sacerdotes dirigen el culto y una sala kami hacia la que
se dirige éste y en la que están colocados los símbolos del kami, como
una espada o un espejo. Los grandes santuarios, como el dedicado a la diosa
Amaterasu en Ise, tienen renombre a nivel nacional.
A
medida que el sintoísmo se aproximaba al budismo, los santuarios se vieron
influidos por elementos budistas, pero después de la restauración Meiji de
1868, estuvieron controlados por el gobierno japonés. Tras el derrumbamiento de
1945, los santuarios recuperaron el control. La tradición todavía ocupa un
lugar significativo en la vida japonesa.
El
culto sinto (o matsuri) se practica tanto en el ámbito público (templos)
como en el privado y gira en torno a los hechos de la vida cotidiana, la
familia o la comunidad. El culto sintoísta se resume en la palabra matsuri
(festividades). El matsuri implica servir al kami o a la
autoridad, lo cual supone una actitud de respeto y obediencia. En público, el
matsuri se expresa en forma de festividad en la que el kami es
recibido como un invitado al que se reverencia con actos de agradecimiento.
Existe
un ritual muy elaborado para entrar en un templo. El camino hacia un templo
sintoísta está marcado por un torii. Simbólicamente, separa el lugar
sagrado que rodea al templo del mundo exterior profano. A menudo, los torii
están bastante alejados del templo.
En
las proximidades del templo, antes de la entrada, hay un estanque u otro tipo
de balsa sobre la que se erige un puente sagrado. Éste, al igual que el
torii, separa el mundo sagrado del templo del mundo profano exterior.
Muchos templos sintoístas eran áreas sagradas a cuyo alrededor se distribuían
objetos sagrados, como árboles, estanques o piedras y en la actualidad, en la
mayoría de los casos, se han convertido en bosques a lo largo de todo el
territorio japonés.
Los
templos acogen a uno o más kamis o divinidades. Son visitados durante
todo el año y especialmente atraen a numerosos seguidores los días festivos.
Como acto religioso también destacan las peregrinaciones para pedir algún favor
a las deidades.
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